jueves, 31 de julio de 2008

Sade y las Instituciones

Xavier Amorhak Ornelas Vázquez

Sade y las Instituciones[1]


Las cuatro figuras libertinas que Sade capitalizo en su obra Los 120 días de Sodoma, siguen siendo en gran medida, un representante contemporáneo de lo que es la soberanía infame del poder institucional. En ese texto, Sade nos habla de un soberano infame representado por el Duque de Blangis, de un religioso libertino representado por el Obispo X hermano del duque, de un corrupto funcionario público representado por el Juez Curval y un empresario vicioso representado por el banquero Durcet. Lo interesante de estos personajes libertinos, es que ellos fueron parte del poder institucional de una sociedad, algunos provenientes del estado, la iglesia, el principado, y la burguesía. Al termino de su transcurso por esas instituciones, decidieron crear su propia institución, que será llamada Escuela de libertinaje:

“Y estos cuatro, de edad bastante avanzada y con más dinero del que pudieran gastar en el transcurso de diez vidas, decidieron abandonar todas sus empresas comerciales y reunirse para buscar los mayores excesos de libertinaje y sensualidad”[2]

Ese desplazamiento hacia una institucionalización del libertinaje que Sade describe en sus personajes soberanos, indica que el libertinaje es un contenido latente de toda institución. No es por tanto sorprendente que sean las normas y las instituciones, las que estructuran la forma misma de las perversiones. Esa afinidad entre las instituciones y la perversidad en la obra de Sade, fue señalada por Pierre Klossowsky en El filósofo criminal:

“Sade instala su personaje en el mundo cotidiano: es decir, lo encuentra en el corazón mismo de las instituciones, en la fortuidad de la vida social. De este modo el mundo mismo aparece como el lugar donde se verifica la ley secreta de la prostitución universal de los seres”[3]

Este lado perverso de la institucionalidad, Sade lo expone en el personaje del presidente Blamont de Aline et Valcour. Blamont dice que el arte de la política, es un “arte de fingir y engañar a los hombres”:

“ te lo he dicho cientos de veces mi amigo, no es en nuestro oficio donde aprendemos el arte de fingir y engañar a los hombres. Lanza tus ojos a la multitud de corrupciones que sabemos poner en uso cuando se requiere, por ejemplo, hacer desaparecer a un inocente. En la cantidad de falsedades, de mentiras, de subordinaciones, de trampas, de maniobras insidiosas que empleamos hábilmente en circunstancias semejantes, y veras que todo eso, en la ciencia de llevar los eventos al objetivo que nos proponemos, nos forma un oficio de astutos”[4]

Sade nos revela de ese modo, que la política es un arte del semblante y la apariencia, y que por lo tanto, la relación que establece el sujeto con el Otro, tiene un carácter de ficción, por lo mismo de que este Otro no existe, ya que este siempre es supuesto y aparente. Slavoj Zizek, al abordar la cuestión de la ética en la filosofía, señala efectivamente ese carácter ficticio del Otro:

“el propio Kafka señaló que el secreto último de la ley es que no existe -otro caso de lo que Lacan llamó la inexistencia del gran Otro-. Por supuesto, esta inexistencia no reduce a la Ley a una simple quimera vacía e imaginaria, más bien la convierte en un imposible Real, un vacío que sin embargo funciona, ejerce su influencia, produce efectos, curva al espacio simbólico”[5]

De ahí que nos resulte risible y descarado la apelación del gobierno de Vicente Fox, de legitimar y respetar las instituciones, ya que desde su propia administración e intervención en el proceso electoral del 2006 , las instituciones públicas demostraron el grado grotesco al que pueden llegar, sin mencionar el desempeño del IFE y el TRIFE, y la negligencia del aparato judicial en los feminicidios de ciudad Juárez.

En México podemos decir que las figuras libertinas de Sade son nuestros contemporáneos, basta con que recordemos los casos de corrupción y pederastia provenientes de las instituciones como el estado y la iglesia, y podremos reunir una vez más a los cuatro libertinos de los 120 días de Sodoma. Para poner un ejemplo, el caso del padre Marcial Maciel, cuya suspensión canónica a divinis fue meramente un castigo simbólico, ante la acusación de ser culpable de abuso sexual contra menores, es bastante ilustrativo en cuanto a la figura del religioso libertino que toma como causa de su fe, una revelación providencial de fundar una orden religiosa como los legionarios de Cristo, para reclutar jóvenes cristianos y someterlos a su adoctrinamiento, y posteriormente abusar sexualmente de ellos.[6] Otro caso son las conversaciones entre los supuestos pederastas Kamel Nacif y Jean Succar Kuri, y la que sostuvo el diputado priísta Emilio Gamboa con Kamel Nacif. En dichas conversaciones se revela la maquinación de los placeres y el trafico de influencias:

“-KN. ¿Dónde está la niña de Miami?
-JSK. Está en Tampa, yo llego el domingo, y ella también el domingo
-KN. Esa putita es como tú.
-JSK. (Risas) Vas a ver cuando la veas.
-KN. ¿Cuánto le pagas?
-JSK. Dos mil dólares.
-KN. Qué cabrón eres.
-JSK.Tú me dices cuando te la traigo.
-KN. ¿Cuándo? Pues la semana entrante. Hijo de la chingada…pero la traes a fornicar”[7]


“-EG: Vamos a sacar la reforma del hipodromo, cabrón, ya no del juego…del hipodromo.
-KN: ¿Para qué?
-EG: Para hacer juego ahí, cabrón
-KN: ¿Cómo?…Bueno
-EG: ¿Cómo lo ves?
-KN: No, no la chingues.
-EG: Entonces lo que tu digas, cabrón, lo que tú digas, por ahí vamos, cabrón.
-KN: No, dale pa´tras, papá.
-EG: Pues entonces va pa´tras, esa chingadera no pasa en el senado eh.
-KN: ¡A huevo!”[8]

Lo que llama la atención en este tipo de conversaciones, es el empleo de la palabra “papá”. ¿Por qué esa apelación al Nombre-del-Padre en el lenguaje de los libertinos?. Cuando Freud empezó a interrogarse sobre la figura del padre, lo hizo desde la primera organización social, que es la horda primitiva que explica en Tótem y tabú. El padre primordial de Tótem y tabú, es un padre soberano y agresivo, que está antes de la ley, y que incluso él es la ley, por ser este el más fuerte y gozar de todas las mujeres de la horda:

“Hay ahí un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen; y nada más. Ese estado primordial de la sociedad no ha sido observado en ninguna parte”[9]

El padre mítico, es una figura del poder primitivo, que en su nombramiento hace una suposición del goce puro del padre primordial, quién goza de todo. En este sentido, hay en el nombre y en el lugar del padre, un plus de goce que ejerce su nominación y posicionamiento. De ahí que el Nombre-del-Padre, sea un aparato de goce preferido para el discurso de los soberanos y libertinos. La religión cristina supo crear una figura que representara el ideal patriarcal, que conocemos como “El Papa”, cuyos atributos supuestamente son opuestos al del padre primitivo. ¡Supuestamente!, porque con la serie de escándalos de padres pederastas en las ordenes religiosas, la iglesia católica se presenta hoy en día, como un espacio primordial para el libertinaje.

Hay que señalar, que la obra de Sade no es una simple crítica a las instituciones de una cultura, esta no quiere “reformar” o “purificar” las instituciones. Lo que demuestra la obra de Sade es que las instituciones por sí mismas aseguran el triunfo de las perversiones en una sociedad. Tal paradoja de lo institucional, provocó que Freud abordará el tema de diversos modos. El superyó freudiano, de una manera quiso reunir como termino, los semblantes del Otro, que eran lo prohibido, el deber y hasta la culpabilidad, que son términos que hacen existir al Otro, o suponen al Otro. Sin embargo, Freud, en su texto de El malestar en la cultura, señala el vano intento de una sociedad, de dominar la pulsión humana de agresión y de autoaniquilamiento, desde la conciencia moral y las instituciones sociales. Hay en este sentido un reverso del superyó, que por lo general no ha sido cuestionado. Hablo de reverso porque comúnmente se le menciona su lado positivo, que es el de su función social, ya que este es consecuencia de una identificación simbólica, en la que el niño incorpora las prohibiciones de una comunidad, y su función es esencialmente pacificante en las relaciones del sujeto con el Otro. El otro lado del superyó, es como lo llama Freud el de su “severidad originaria”[10]. Pues así como el superyó puede ser el mediador entre la cultura y el sujeto, éste también puede ser el gran torturador y perseguidor de una persona, efectivamente por estar comandado y constituido desde la rigurosidad de los ideales. Hay en este sentido una agresividad originaria que no puede ser sofocada del todo por la cultura. Sade vislumbró en la escritura de sus personajes libertinos, algo que en palabras de Freud es así:

“la inclinación innata del ser humano al mal, a la agresión, la destrucción y, con ellas, también a la crueldad”[11]

Basta con que leamos la parte de las pasiones asesinas de Los 120 días de Sodoma, para que tengamos una idea de la serie de actos que vinculan al orgasmo con el momento de la muerte. Sade nos dice ahí:

“Un hombre lanza a una mujer desde lo alto de una torre muy elevada. Cuando cae sobre la grava punzante del suelo, el hombre eyacula…Un hombre esconde una daga bajo su almohada. Mientras está jodiendo a una mujer, saca rápidamente la daga y se la hunde a ella en el corazón. Ella fallece en el momento en que él eyacula”[12]

Hay en estos ejemplos un instante en donde el goce y la muerte se conjugan para crear el acto erótico en un goce mortífero. Este punto no debe de limitar a que la obra de Sade se le interprete como un recorrido perverso. En todo caso este recorrido nos lleva hacia otra cosa distinta, y que es el enigma de la perversión. Klossowski menciona lo siguiente en cuanto al deseo del perverso:

“el deseo del perverso nunca se sacia más que en el gusto escrupuloso por un detalle…El perverso persigue la ejecución de un gesto único; es cosa de un instante. La existencia del perverso se convierte en la perpetua espera del instante en que poder ejecutar ese gesto ”[13]

Aquí tenemos dos elementos significativos que constituyen al acto perverso, que son el gesto y el instante. El gesto es una de las formas del semblante, de la apariencia, de lo que simula algo, mientras que el instante es del orden del lapso, del tiempo, de un momento en que algo se desliza, cae, y se revela. ¿ Cuál es el enigma qué se revela en esa apariencia que encanta a la perversión?. Si recurrimos a la terminología lacaniana, posiblemente el concepto del objeto petit a, nos aproxime en cierto modo a eso que es instante y gesto, y que en Lacan es aquello de lo real que es imposible de decir. La escena que nos describe Sade sobre el lanzamiento de una mujer, muestra hasta cierto punto como el goce es posible cuando el sujeto se convierte en objeto-mirada. Ya que esa mirada le proporciona un plus de goce, porque apunta a un más allá del objeto. Apunta a su vacío, a su colapso, al impacto y despedazamiento del Otro, ya que, efectivamente en esa caída al vacío, el objeto del deseo puede aparecer. Lo que caracteriza el acto perverso, es su necesidad de trascender al objeto, de obligarlo a ir más allá. En este sentido, el acto perverso es una operación quirúrgica al tiempo cronológico, pues separa en su acto, al instante privilegiado de la corriente temporal común. Aún así, el acto perverso no es el de una revelación de algo que podamos descifrar, este es un acto inexplicable que no asume una forma abstracta. Los testimonios dichos por los asesinos seriales, muestran en gran medida, que no hay un argumento lógico de sus actos, simplemente ellos cometían sus asesinatos, porque algo los “poseía”.

Lacan no está de acuerdo con la explicación de que el deseo sádico, sea solamente inflingirle dolor al otro. Dicha explicación solo escamotea el enigma de la perversión. Para Lacan lo que conlleva de enigma el deseo sádico es su búsqueda:

“El rasgo nuevo que quiero aportar, es eso que caracteriza al deseo sádico. En el cumplimiento de su acto, de su rito -ya que se trata propiamente de ese tipo de acción humana donde encontramos todas las estructuras del rito-, está eso que el agente del deseo sádico no sabe, y que es eso que él busca, y eso que busca, es hacerse aparecer él mismo -¿a quién?, porque en todos los casos, a él mismo esa revelación le queda obtusa- como un objeto fetiche negro. Es ahí, en que se resumen en su último termino, la manifestación del deseo sádico, en tanto que es un agente que va hacia una realización.”[14]



El enigma del deseo y sus trágicas consecuencias, es algo que mucho antes del psicoanálisis fue anunciado por los poetas. Pero el nuevo enigma electoral, que aparece cíclicamente invocando a los sujetos a depositar en una urna parte de su deseo para legitimar una institución, es una tortura de la cual Sade se divertiría enormemente.








[1] Texto presentado en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en diplomado de derechos humanos y psicoanálisis en Noviembre de 2007.
[2] Sade, Marqués. Obras Completas, México, Edasa, 1985, Tomo II, p.171.
[3] Klossowski, Pierre. El filósofo criminal, Madrid, Arena Libros, 2005, p. 29
[4] Sade. Aline et Valcour, France, Le livre de poche, 1994, p. 76.
[5] Zizek, Slavoj. Visión de paralaje, Argentina, Fondo de cultura económica, 2006, p. 62.
[6] Para un estudio hagiográfico, sociológico y psicoanalítico sobre los legionarios de Cristo, Véase de Fernando M. González, Marcial Maciel, Los legionarios de Cristo: testimonios y documentos inéditos, México, Tusquets, 2006.
[7] La Jornada, 13 de Septiembre de 2006, p.14
[8] ib. p.3
[9] Freud, Sigmund. Totem y Tabu (1913), Obras Completas, t.XIII, Argentina, Amorrortu, 1997, p.143.
[10] idem, El malestar en la cultura (1930) Obras Completas, t.XXI, Argentina, Amorrotu, 1997, p.125
[11] ib.p.116
[12] Sade, Obras Completas, op. cit., pp.266,267
[13] Klossowski, El filósofo criminal, op. cit., p.26
[14] Lacan, Jacques, Seminaire L´angoisse, sesión del 16 de enero de 1963, Paris, Seuil, 2004, p. 124.